De viajes, rutas, un 6 y otro 6

Hay ciertos viajes que te rondan la cabeza durante gran parte de tu vida.

Mucho tiempo imaginando un cadillac, un sombrero, una carretera y un desierto.

Sí, volar hasta Nueva York. Visitar en pocos días Manhattan. Saludar a Joey de parte de Dolo, y buscar a Rachel sin que Lucía se entere (no se lo digais...) De ahí mover hasta Chicago, preguntar por Alcapone. Ver su enorme lago, y de ahí alquilar un coche. Sí, seguramente no sea un Cadillac descapotable. Seguramente sea un monovolumen. Pero da igual, el sombrero sí que lo llevaremos. Y de ahí empezar el camino. La Ruta 66. O más bien lo que queda de ella. Atravesar Misuri, Kansas, Oklahoma, Texas, Nuevo México, Arizona y California (toma toma toma Joseba!!!). Ver Atlanta, Tulsa (en donde trabajó Chendler), Alburquerque (sí oh sí, comprar una mano gigante y animar a los Isótopos de Alburquerque), el Cañón del Colorado, bajar a Las Vegas, apostar todo al negro, perder todo, cagarse en todo, subir otra vez a la ruta, desviarse a Los Ángeles, buscar las pensiones de mala muerte de Bukowki, pasear por Hollywood, y finalmente acabar en Santa Mónica, tumbados en una playa y hata los cojones de conducir.

Sí gente. Ese es el plan. Y dicho plan empieza a tomar forma. Puede que este blog se convierta en un diario de viaje de la Ruta 66. Todo aquel que se quiera apuntar está invitado. Sólo necesitaréis vacaciones en agosto, unos miles de euros, un sombrero de cowboy, y ganas de subirte al Cadillac.

Juan Carlos y yo hemos quedado para ir planeando la Ruta esta tarde. El cadillac está en marcha, Juan Carlos, Lucía, Andrés y yo estamos dentro, tenemos las puertas abiertas; ¿subes?